2020: comienza una década.



Recuerdo que, cuando llegó el 2000 y comenzaba un nuevo milenio, vinó acompañado de gran cantidad de pronósticos, análisis y profecías, por esos días, me encontraba laboralmente activa y en unos de esos viajes de trabajo a la capital, asistí a un foro, donde se habló de Francis Fukuyama y de su libro “El fin de la Historia y el último hombre” donde  anunciaba el fin de la historia, pues, había llegado el fin de la lucha ideológica, las democracias liberales se habían impuestos a la guerra fría. Bueno ya han pasado 20 años, de haber entrado al nuevo milenio y nos encontramos en lo mismo, la guerra ya no es fría, sino bien caliente y el conflicto se repotenció y no involucro a todos, consecuencia de la utilización de los medios de comunicación, las redes sociales y sus fake news. Nuestro planeta está amenazado por sus propios habitantes, lo vemos sufrir día a día.
Sé que esta, no es una entrada como las que acostumbro a escribir, pero siguiendo el objetivo de este blog, tuve que hacerlo.
Esta realidad me duele, nuestras vidas están a merced de los que mueven los hilos, imperceptibles para nosotros.  
En la calma de nuestras casas vemos la televisión, consultamos nuestros celulares y “navegamos” por la internet; leemos, oímos y vemos diariamente las noticias. La violencia tomó un asiento en nuestras casas. El 2020 empezó con ruidos de tambores de guerra, “al borde de una catástrofe planetaria” y nosotros, aunque somos simples oyentes pasivos de la noticia, de las redes sociales, de los comentaristas, no dejamos sin embargo de sentir un hormigueo en el estómago y nostalgia por esa humanidad que está más allá, que sentimos que se nos va y da paso al odio, a la incertidumbre, al temor, a la desconfianza.
Es casi imposible distinguir entre el bien y el mal, entre lo que es verdad y lo que es mentira, se ve todo difuso, vago. El temor al otro, a la otra, temor a la diferencia, al color, a la realidad ajena, al lenguaje que no comprendemos, a la historia que desconocemos, a la religión que no practicamos, al credo que no rezamos, se ha convertido en la causa de la desconfianza, en la justificación del odio, en la estimulación al recelar del otro. Nos hemos convertido en una sociedad muy bien informada, pero en extremo ignorante.    
Usamos la información para profundizar nuestro desconocimiento y nuestra incapacidad para hacer empatía con el otro. ¿Acaso nos hemos deshumanizado? Nos hemos convertido en personas profundamente individualistas, indiferentes al dolor ajeno, incapaces de reconocer nuestras individualidades y respetar las individualidades ajenas. ¿Somos acaso portadores de la verdad absoluta en un mundo habitado por millones de verdades relativas?
Son simple reflexiones.
T.A.F