La playa ha
sido mi destino turístico más recurrente y no solo en época vacacional, sino en
cualquier oportunidad que se me presente. Para mí, el estar frente al inmenso
mar, tomar el sol, sentir la arena bajo mis pies es algo fascinante. En uno de
esos viajes playeros a la bahía de Patanemo, por uno de esos desvíos de la
carretera principal, me topé con un pueblo a dos kilómetros de la playa “La
Rosa”, al pie de la montaña, donde al llegar me conseguí con gente alegre y repicar
de tambores. Desde ese día quede enamorada de Borburata. Sorpresivamente dos
meses después llego´ al Banco donde trabajaba una promoción inmobiliaria donde
nos ofrecían en venta unas casas con su financiamiento justo en Borburata, no
lo pensé dos veces y así fue como me hice la feliz propietaria de una casa
“playera” justo en el pueblo al pie de la montaña a dos kilómetros de la playa
y con la gente más alegre y “bonachona” que jamás había conocido. Con la
llegada del mes de junio mis recuerdos de Borburata emergen, como olvidar la
fiesta de San Juan y sus tambores. Aunque la fiesta es el 24 de junio, en la
nominada “Esquina del Tambor” hay toques de tambores cumacos (El Cumacos se percute con las manos y el ejecutante
sentado sobre el tambor acostado en el piso en posición horizontal. Un segundo
ejecutante, y hasta un tercero, percute con laures directamente sobre el cuerpo),
los tres sábados que preceden al de junio, como una forma de adelantarse al
ritual y que la gente “vaya calentando los cueros y las caderas” y a partir del
mes de junio, cada noche suenan los tambores, los cuales arrecian los fines de
semana, la imagen de San Juan es llevada al bar más tradicional del pueblo
donde la gente le lleva sus ofrendas y la noche del 23, se dejan ver
los adornados altares que ocupa el santo y al ritmo de tambores se realiza el
Velorio de San Juan, la noche transcurre acompañada de licor y tambor. El 24 en
la mañana, bien temprano se prepara el santo para salir de la casa donde está
guardado, comienza el sangueo, es llevado a la iglesia acompañado de casi todo el
pueblo, el ron sigue corriendo y no siempre el cura deja entrar al santo a la
iglesia, va a depender de la sobriedad de la gente, una vez concluida marca de
nuevo el comienzo del repique de los tambores...
La procesión
recorre el pueblo, casa por casa, donde hay que brindar y el santo va
recibiendo dádivas, agradecimientos y reconocimientos, esta procesión de gente
se dirige a la casa de donde salió el santo, allí se reúnen y continúan la
celebración entre fuegos artificiales, bebidas, tambores y bailes. Mientras que,
en la plaza frente a la iglesia, el pueblo prepara un suculento sancocho
comunal para que gente recupere sus fuerzas. Habrá más recuerdos…
T.A.F