En su mensaje con motivo de la
Jornada Mundial de la Comunicación en el mes de enero de este año, el
papa Francisco llamó a sus seguidores a frenar personalmente la propagación de noticias
falsas y a restituir la dignidad del periodismo, desde que leí la noticia, he
querido reflexionar al respecto y sobre lo fácil que, se nos hace suponer la
veracidad de una información, dependiendo de su origen, ¿Cómo iba a dudar Adán de Eva, cuando le daba la información de la "manzana"?. ¿Se Imaginan ahora, la inmensa posibilidad
que tenemos de creer, cuando a través de los
medios y las redes sociales existen miles de informantes en los cuales confiamos?. Entonces, se nos hace necesario que aprendamos a
manejarnos, en un mundo donde la información, a la que tenemos acceso ya no
tiene límite y que cuenta con herramientas, técnicas y tecnología cada vez más
sofisticadas al alcance de todos y a la par más simples, pero con un agravante,
que pueda ser manipulada y utilizada por personas sin la ética necesaria o por
intereses de grupo.
Nosotros como “creyentes”, estamos obligados, por lo tanto, a
desarrollar habilidades, para “navegar” por la internet y mantenernos a flote en ese mar de datos,
como la información “basura”, las posverdades y las fake news.
Estamos en la sociedad del “creer” instantáneo, del
suponer una cosa como verdadera, segura o pensar que existe, sin tener pruebas
de su certeza o un conocimiento directo de la misma. El pensar es más difícil, hay que reflexionar con atención y detenimiento,
especialmente para formarse una opinión o tomar una decisión. El creer es muy
cómodo, sencillo y simple, además, tiene todos los componentes para que esté al
alcance de cualquiera y con ello, es mucho más viable sentirse reconocido y
aceptado, por todas las personas, que comparten las mismas creencias.
Razonar, requiere de conocimientos, agudeza, comprensión,
paciencia, y otras tantas cualidades humanas. Además, necesita de un esfuerzo y
esto representa un costo que pocas personas, en este mundo de inmediatez,
quieren asumir.
Para creer no es necesaria demostración o
confirmación alguna. Puedes creer hasta en lo más absurdo que te puedas
imaginar. ¡Te invito a que dejemos de ser “creyente”, que seamos pensante!
T.A.F