En la Biblia
y más específicamente en, El evangelio de San Mateo que se encuentra en el Nuevo Testamento, se menciona la existencia de “magos” que
querían adorar al Niño Dios, que había nacido. Unos magos, sin especificar el
número, fueron guiados por la llamada estrella de Belén, que los llevaría al
pesebre elegido.
Sin embargo, antes de llegar a
su destino, visitaron al rey Herodes en Jerusalén y
le preguntaron por el niño. Este les dijo que, debía haber nacido en Belén. No
obstante, el rey Herodes les pidió que cuando regresaran les diera la ubicación
exacta del lugar donde había sido alumbrado pues pretendía ir a adorarlo.
Los magos, pronto fueron advertidos de las malas intenciones del
monarca, quien pretendía asesinarlo. Así que, después de visitar al Niño Dios y
entregarle los regalos, regresaron a sus hogares sin pasar por la ciudad de
Jerusalén.
Fue a partir del siglo III cuando, el Papa León I, estableció que los
magos fueran llamados reyes, pues se pensaba que se trataba de gente con grandes
riquezas. Además, se establecería que fueron 3 pues, 3 fueron los regalos
llevados.
Los nombres con los que
conocemos a los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, aparecieron por
primera vez durante el siglo VI en el mosaico de San Apollinaire Nuovo, en Rávena,
en esta imagen llevan una vestimenta al estilo persa que se transformará
durante el siglo XV. En ese siglo, la apariencia de los
Reyes cambió de tal manera que pudieran representar las tres “razas” de la Edad
Media. Fue así como Melchor representaba Europa, Gaspar, Asia y Baltasar
África.
Tuvieron que pasar algunos
siglos para que la tradición de los Reyes Magos fuera parecida a la que
conocemos ahora. Esto sucedió durante el siglo XIX, cuando, en
España, se convirtió la noche anterior a la Epifanía en Noche de Reyes. A la
mañana siguiente, los niños encontraban obsequios en el conocido Día de Reyes. A partir de la segunda mitad del
siglo XIX, la celebración se extendió hacia países de la America Latina.
T.A.F.