Leyendo los Twitter esta semana, me enteré muy superficialmente, sobre unas mujeres, que fueron las primeras “feministas” de la historia, las llamaban: Las beguinas. Fue tal mi curiosidad que me dediqué a averiguar más sobre ellas.
Estas mujeres no sólo crearon el primer movimiento feminista, sino, además, fueron las primeras mujeres en la Historia que vivieron aisladas de los hombres, fueron también las primeras humanistas, maestras, enfermeras y trabajadoras sociales. Aparecieron en un momento histórico, donde la participación de la mujer en la sociedad era prácticamente inexistente, donde su espacio propio, se veía reducido a la casa, al palacio o al convento. Las pobres, tenían como única salida ayudar a sus esposos en la agricultura y muchas no podían pagar la dote necesaria que exigía la iglesia para que pudieran entrar a un convento con el fin de mejorar su vida.
Las beguinas fueron mujeres cristianas que, en el siglo XII, decidieron agruparse para vivir juntas su aspiración de entrega a Dios, ayudar a los más necesitados, pero haciéndolo al margen de las estructuras de la Iglesia católica, a la que rechazaban por su corrupción y por no reconocer los derechos de las mujeres. Además, no tenían que hacer votos, como las monjas, ni adquirían un compromiso de por vida, podían abandonar el grupo cuando quisieran y seguir con su vida, eso sí, mientras pertenecieran al movimiento, vivían bajo la promesa de pobreza y castidad.
Las beguinas construían casas en forma de hilera cerca de hospitales o iglesias en el centro de las ciudades, formando barrios enteros de casas de beguinas, a los que llamaron beguinajes, donde cada mujer tenía una función que debía cumplir. En ellos vivían mujeres cultas de familias importantes, pero también mujeres de los más bajos estratos socioeconómicos. ¿Qué podían tener en común todas ellas? El deseo de poder elegir su propio camino. No querían un marido y mucho menos un sacerdote al que obedecer. Las beguinas querían ser libres y, sin duda, lo consiguieron.
Los beguinajes, eran cercados con puertas o vallas, las cuales eran cerradas por las noches. Los hombres tenían prohíbo el acceso, siendo el sacerdote el único varón que podía entrar, solo los domingos, para confesar y dar misa.
Estas mujeres llevaban una vida dedicada a la oración, a cuidar enfermos y al trabajo manual, sobre todo a la creación de textiles de lo cual se financiaban.
Existía una supervisora por cada bequinaje, la cual era conocida como la “Grande Dame”, era elegida democráticamente entre todas las del grupo que formaba la comunidad. Cada supervisora, era por tiempo limitado y tenia un consejo de ayuda en su labor.
Fueron fuertemente perseguidas por la iglesia por la manera como criticaban la manera que la iglesia llevaba a cabo sus actividades
Y fue justamente, por la valentía y el fervor con que se denunciaron las injusticias cometidas por la iglesia, fueron reprimida y muchas de ellas, llevadas a las hogueras de la Inquisición.
El Papa Clemente V, analizó “los errores” doctrinales de las beguinas y dictó sentencia: “Por tal razón, hemos decidido y decretado con la aprobación del concilio, prohibir definitivamente su forma de vida y excluirlas de la iglesia de Dios “. A partir de entonces comenzó la persecución sin cuartel de las beguinas.
Sin embargo, pese a que muchas murieron quemadas, no consiguieron que su organización y sobre todo sus protestas se borraran de la Historia.
El 14 de abril de 2013, mientras dormía fallece, en Kortrijk, Bélgica Marcella Pattyn, considerada la última representante de las experiencias de vida femeninas mas libres de la historia.
T.A.F.