Envejecer.


Me ha pasado que, he dejado de ver a una persona por mucho tiempo y cuando me encuentro con algunas de ellas que, si no me saludan primero, me cuesta identificarlas de momento, porque su rostro y su aspecto físico no es el mismo, debido a los implantes y al Botox, me causa angustia, sobre todo cuando su aspecto representa más edad de la que tenemos. Esta situación me ha hecho reconsiderar mi concepto de edad.
Pienso que definir a una persona como vieja o joven, ha sido un supuesto sociocultural con diferentes sentidos, dependiendo de cada sociedad, de cada época y de sus creencias culturales. Es decir, el ser “viejo o joven”, creo que no se ajusta exclusivamente a factores biológicos.

La sociedad “moderna”, que nos ha tocado vivir, no es otra cosa que una sociedad que nos alienta al consumo, el hecho de convencernos a cada instante de ser “eternamente joven”, es una de sus máximas convertida en norma social, gastamos grandes cantidades de dinero y recursos en tratar de seguir esa norma: cirugía cosmética, productos anti-edad, dietas, gimnasios, implantes, Bótox etc... y ya sabemos que no es posible vivir por siempre joven y no reprocho quien decide usar algún paliativo para “aparentar“ ser físicamente joven, simplemente creo más bien, que  se trata de que nos sintamos joven, sin importar los años que tengamos y sin hacer el ridículo, queriendo ser jóvenes, la verdadera edad la llevamos  en nuestro interior, llámese espíritu, llámese mente, pues lo cierto es que no existe en absoluto una edad para dejar de sentir, para dejar de amar, para dejar de hacer planes y fijarse nuevas metas; si esas normas no vienen de nuestras decisiones, nuestro organismo no lo sabrá y seguirá persiguiendo a lo largo de nuestra existencia, los mismos sueños de nuestra niñez y de nuestra adolescencia.

Las personas son más o menos viejas no por sus años sino por su manera de pensar y actuar. En otras palabras, la contrariedad no es ser viejo, sino sentirse viejo.

El verdadero declive de nuestra existencia ocurre cuando la mente se estanca y deja de ser productiva, cuando la persona se vuelve rígida y se resiste a los cambios, cuando renuncia a sus actividades normales, cuando empieza a vestirse de forma diferente o se reprime de hacer cosas, porque "ya no está en edad" de hacerlas. Hay quienes dejan de bailar y de divertirse, quienes pierden la curiosidad y el interés por aprender, quienes empiezan a menospreciar a los que consideran demasiado jóvenes o inexpertos, quienes todo lo critican y todo lo ven mal, etc., etc. Creo que, renunciar, rendirnos, doblar las manos y echarnos en los brazos de la “vejez”, es una decisión personal. Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes… ¿de cuáles queremos ser?  depende de cada quién.

T.A.F.