“Muñequita de lujo”

 


Una de mis actrices preferidas desde siempre ha sido Audrey Hepbun, cada vez que pasan por televisión, una de sus películas, “me engancho” y las disfruto como si fuera la primera vez que las veo.

Una de sus peliculas  preferidas es “Muñequita de lujo” (Breakfast at Tiffany), la cual es una adaptación, bastante libre, de la novela del mismo título escrita por Truman Capote.

Como no volver a ver el glamour de sus ojos, perfectamente perfilados y su mirada típica, del estilo Eyeliner de los años cincuenta.

Audrey Hepburn, fue una actriz que, sin duda creó escuela al respecto e hizo de su inconfundible estilo, un referente que aun hoy en día se mantiene. La protagonista de “Muñequita de lujo” promovió la elegancia natural, frente a los estilos más recargados de la época y se destacó tanto por su simpatía e inteligencia, como por su físico menudo, siempre juvenil, su aspecto delicado, frágil, angelical y parisino que, marcaron un antes y un después, en el mundo de la moda. En una época dominada por las curvas y la voluptuosidad, Audrey, la chica delgada y sin curvas, se convirtió en uno de los iconos de la moda. “Esta jovencita logrará convencer al mundo entero de que los grandes senos y pronunciadas curvas son un inútil vestigio del pasado” decía Billy Wilder quien dirigió a Audrey en la película “Sabrina” de 1954, posteriormente se hizo  una

nueva versión, ésta protagonizada por Julia Ormond y Harrison Ford.

Cuellos altos, guantes hasta el codo, bolsos, pantalones tubitos hasta los tobillos que, me recuerda a mi mamá llevándome al colegio, pelo corto, suetercitos masculinos y grandes lentes de sol, fue todo con lo que dispuso para convertirse en un icono de la moda. Se caracterizó por su sencillez, vistiendo elegante sin necesidad de ostentaciones, llevando tan solo una camisa blanca, un sencillo abrigo, un pañuelo corto y unos mocasines.

No era lo que vestía, sino cómo lo vestía. Logró ser ella el personaje principal y no la vestimenta. Consiguió, que lo que usara tuviera su encanto, “Extendió su naturalidad a su forma de vestir. Siempre daba a los vestidos creados para ella, un toque personal que todo lo realzaba, no sólo la elegancia, sino el diseño entero”, decía el diseñador Hubert de Givenchy.

Edda kathleen Van Heemstra Hepburn, su verdadero nombre nació en Holanda, un 4 de mayo de 1929. Su carrera como actriz comenzó cuando apenas tenía 21 años y a los 23 cuando cautivó los corazones de todos los espectadores de “Vacaciones en Roma” con la que ganó el Oscar a la mejor actriz. Desde ese momento, su carrera no hizo más que acumular éxitos y llegó a ser la primera actriz en ganar un Oscar, un Globo de Oro y un premio BAFTA por una sola actuación. Se retiró de la vida cinematográfica para dedicarse a sus dos hijos, Sean y Luca, fruto de sus matrimonios con el también actor Mel Ferrer y con el psiquiatra italiano Andrea Dotti, respectivamente y a las labores benéficas, llegando a ser Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF. Murió de cáncer en su casa en Suiza, en enero de 1993, a la edad de 63 años.

Delicada, elegante, sencilla, sutil, inteligente y muy solidaria. Audrey decía que, “La belleza de una mujer no está en un lunar facial, sino que la verdadera belleza de una mujer se refleja en

su alma”.