Desde hace algún tiempo, me ha llamado
la atención algunos sucesos que tienen que ver con lo mundano y lo humano. Los
que me conocen saben que soy una persona inquieta, dinámica, que no se estar pasiva,
siempre he buscado la forma de estar informada de aquello que considero
relevante. ¡Pero sí!, gran parte de mi vida no tuve acceso a la información con
tan solo utilizar “el ratón”, tocar unas cuantas teclas o pulsar con el dedo
una pantalla.
Es verdaderamente impresionante y
maravilloso, encontrar información tan fácil, en un tiempo infinitamente corto.
Pero, ese “océano informativo” en que navegamos, a través de internet puede
tener su lado oscuro y nos puede atolondrar. En ese “océano informativo”
podemos toparnos con noticias falsas o fake news, con las medias verdades y las
noticias confusas o improbables, con el agravante que toda esa información la
conseguimos publicada con el mismo grado de importancia y trascendencia. Hoy la
noticia la puede “fabricar” cualquiera que tenga acceso a internet, pero somos
nosotros los responsables de como asimilarla. Y no es tarea fácil interpretarla
y desentrañarla para poder establecer su verdadera jerarquía en nuestra escala
de importancia y trascendencia. Sin ir muy lejos, esta semana, entre las miles
de noticias en las redes, leí dos que me
dejaron en suspenso: El
azúcar es más peligrosa que la cocaína y que El
colesterol no es tan peligroso como dicen, me pregunto, ¿Es
verdad, es mentira, es una verdad a medias? ¿Qué hay oculto detrás de estas
noticias?
En este drama estamos; “realidades mediáticas”
que afectan toda nuestra vida cotidiana y hasta nuestro futuro; vivimos entre
el celular y la computadora, lo que leemos o escuchamos, nos genera emociones
que afectan nuestro estado de ánimo y nos induce a tomar decisiones en base a
suposiciones. No se trata de mantenernos al margen de toda esta información;
simplemente, hay que ponerle limite a nuestro “derroche digital”, fijar
prioridades y darle importancia solo a lo que confirmamos verdadero o creemos
relevante para nuestros objetivos, excluir o dejar pasar, todo lo que nos quita
tiempo, que nos quita energía, que nos genera dudas y angustia, que no aporta nada
a nuestros objetivos.
Según las estadísticas, pasamos 3
horas diarias utilizando las redes sociales, atiborrándonos de información poco revisable o
que quizás no nos importe o bien observando las vidas perfectas de los demás
por internet y que solo podemos criticar, reírnos, darle me gusta, reenviar,
dar opiniones o compartir, pero la realidad del hecho difícilmente lo podemos
verificar. Y dígame, los “chats” que deberían ser informativos y se transforman
muchas veces en unos monólogos de insultos y discrepancias, que no contribuyen
para nada a los fines para lo que se creó y que nos arrastran a estados de
ánimo que no son saludables.
¿Es eso lo que nos interesa de las redes
sociales? ¿Es este el uso que queremos darle? Al menos son las preguntas que me
hago.
Creo que debemos tener una visión
general del aspecto informativo digital en el que navegamos, reflexionar sobre sus
secuelas en nuestro estado emocional y en las repercusiones en nuestras
decisiones.
Si nos preocupamos por la calidad
de los nutrientes que ingerimos, para mantener nuestro cuerpo sano, deberíamos
de la misma forma preocuparnos por la información que exploramos y consumimos,
ya que con ella nutrimos nuestra mente.
Solo son reflexiones que quise
compartir. ¿Ustedes qué piensan?