En estos días pasado leí un
reportaje sobre la vida de Ana Frank, con motivo de su
aniversario 90, si estuviera viva, y su motivación para escribir el diario más
famoso del mundo: “Me siento como un pájaro con alas cortadas, que se tira
contra los barrotes de la jaula. ¡Déjame salir!, grita una voz dentro de
mí", decía. El diario, era la manera de escapar de su dura realidad,
estuvo junto con su familia durante dos años en la "casa
de atrás", como Ana Frank llamaba al escondite para evitar ser
detenida. Esta lectura me hizo reflexionar sobre el poder de “desconectarse” que
tiene el sentarse a escribir y ha sido uno de mis mecanismos de escape. Si estoy triste, la tristeza se me acomoda y me
permite lidiar con ella. Si estoy enojada, sucede lo mismo. Con la angustia me
ayuda a poner las ideas en su sitio y la “pelota” que se me forma en la boca
del estómago desaparece, siento una sensación liberadora. Está comprobado, incluso científicamente, que escribir
nos puede curar emocional y mentalmente.
No es que voy a borrar mis emociones,
pero el simple hecho de expresarlas me ayuda a ponerlas en su lugar. Es
asombroso cómo las palabras combinadas de cierta manera pueden ejercer el poder
de emocionarme, movilizarme, ponerme feliz y hasta hacerme cambiar.
Nuestra mente nunca está quieta. Las
palabras fluyen como ríos silenciosos, diálogos imaginarios, conversaciones internas,
recuerdos, palabras que cruzan por nuestra mente. Nuestro mundo interior está
construido de palabras y estas se alojan en lo profundo de nuestra mente y si
no la sacamos de alguna forma, nadie las oirá, ni las leerá. Pero ahí están escondidas,
acumuladas en ese lugar que llaman inconsciente, donde archivamos nuestras
experiencias. El solo hecho de sentarnos a desarchivar esas experiencias y
plasmarla en una hoja o en un procesador de palabras nos libera. Esto lo saben
bien los fanáticos del “posteo” en las redes; en
Twitter, en WhatsApp, en Facebook o Instagram. Porque cuando escribes, te pasa
algo. Una vez que lo expulsaste de tu mente, te sientes libre.
Estoy segura que todos tenemos algo
que contar. Simplemente sentémonos y hagámoslo. Entre la realidad y la ficción casi
no hay diferencia. Escribir es liberarse.
Yo me imagino que es la misma sensación
de las personas que se sientan a tejer o a bordar, o aquellas que se dedican a
pintar o a dar conferencias donde se hace imprescindible "desarchivar" del subconsciente
las experiencias y plasmarlas.
Como me lo aconsejaron cuando empecé con el
blog: Escribe una lista de tus deseos, tus sueños, todo eso que te parece
imposible. Puedes elegir uno y relatar cómo será cuando lo hayas alcanzado, relata
esa “realidad” inventada lo más claro que puedas, como si lo estuvieras viendo.
!!Y así empieza toda esa aventura!!
T.A.F.