La conocida diseñadora venezolana Carolina Herrera, la semana pasada provocó mucha agitación en las redes con sus declaraciones sobre que “Solo las mujeres sin clase, usan el pelo largo después de los 40”. Por supuesto las respuestas a favor y en contra no se hicieron esperar y es que tradicionalmente el pelo siempre ha jugado históricamente un papel importante, ha sido objeto de culto, utilizado como ingrediente mágico, en recetas para hechizos, brujerías y sobre todo como elemento fundamental en la estética y en el cuidado personal. Toda esta transcendencia, que se le ha dado al cabello concibió un gran invento: la peluca, que no es otra cosa que un artificio de pelo sintético o de animal que se usa para ocultar la ausencia de cabello, para fines estéticos, rituales o ceremoniales. Existen países donde los jueces llevan pelucas como símbolo de su condición, aunque se dice, que era para mantener la “dignidad” de los juicios y evitar que los jueces fuesen reconocidos por los acusados, los actores las usan para conseguir mayor semejanza con sus personajes. Las pelucas han estado presentes en gran parte de la historia de la humanidad.
Los egipcios fueron muy buenos artesanos en la elaboración de pelucas confeccionadas con cabellos naturales, que usaban como elemento estético; hombres y mujeres se afeitaban la cabeza para poder lucirlas. Se hacían entrelazando cabello humano en una red con pelo animal, fibras de lana, oro y otros metales dependiendo del rango social de quien la usara. En el imperio Romano, tuvieron mucha aceptación las pelucas rubias elaboradas con cabellos rubios de los pueblos germánicos sometidos por el imperio, además se usaron mucho los postizos para aumentar el largo y el volumen del cabello, muy populares entre las mujeres. A partir del siglo I, la iglesia católica, censuró las pelucas por ser una invención demoníaca, ya que podrían estar hechas de cabellos de personas muertas que habían sido herejes, el cristiano que las usara era excomulgado.
Isabel I de Inglaterra, puso de nuevo a las pelucas en la palestra, sus favoritas eran las rojizas y anaranjadas. El peluquero de María Antonieta, logró hacer esculturas en las que cabían desde flores hasta miniaturas de nidos con pollitos. Se dice que la reina, usó sus peinados, como recipiente para cartas secretas.
Y hablando de los hombres, hay unos cuantos famosos por sus pelucas. Luis XIII monarca de Francia sufría de calvicie y cansado de las burlas de su homólogo, el rey de Inglaterra, quien poseía una frondosa cabellera, comenzó a utilizar pelucas, cada una más grande que la otra, para demostrar su virilidad frente a la corte y el resto de Europa. Al ser Francia, en esa época, el centro del mundo, las pelucas se pusieron de moda en Europa y sus colonias. Sin embargo, la revolución francesa acabo con ellas por ser símbolos de la aristocracia. Beethoven, se presentó en el estreno de su novena sinfonía con un frac verde y una leonina melena revuelta, como un acto de rebeldía.
Contemporáneamente, Andy Warhol comenzó a utilizar su peluca metalizada en los cincuenta y llegó a tener más de 30 modelos. Elton John, entre mas años pasan mas “pelo” tiene, son innumerables la cantidad y modelos de pelucas que posee en su guardarropa.
Durante los años 60 surgió un nuevo encanto por las pelucas, en especial las rubias en honor a Marilyn Monroe. A comienzo de los 70 Venezuela no escapó de ese nuevo “boom” de las pelucas, cuando las venezolanas se volcaron a comprarlas, influenciadas por dos cosas: primero por una novela transmitida por Radio Caracas Televisión y protagonizada por Raúl Amundaray y Marina Baura, quien hacia un doble papel como gemela y para distinguir ambos personajes utilizaba una peluca, llamada “Cuchita”, y segundo por la gran penetración del animador Renny Ottolina quien le hacia la cuña a la peluca: “Cuchita, la peluquita quita y pon”.
T.A.F.