La historia de Medusa.


Reflexionando que hace ya un año y pico, que comenzó la pandemia, me produce cierto barullo, solo en pensar que este hecho ha cambiado tantas cosas de nuestro día a día. Ha cambiado la forma de relacionarnos, nuestras actividades acostumbradas y me atrevería a apostar que hasta muchas de nuestras emociones. Después de tantos meses de enfrentarnos al coronavirus este no deja de pasarnos factura. El cansancio disminuye tus fuerzas para seguir luchando y no bajar la guardia, estamos agotados, estamos fatigados. La fatiga es quizás una de las consecuencias más incómodas que nos trajo la pandemia. Es lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha denominado como “fatiga pandémica” y se refiere al cansancio procedente de la impotencia que ha creado al sentirnos tenso, al mantenerse en guardia o estar “con los nervios de punta”, tener dificultad para concentrarse. Tener problemas para conciliar el sueño o permanecer dormido. Sentirse quisquilloso, con arranques de agresividad ante un virus, prácticamente invisible, pero que sabemos que está ahí. Sobrellevar esta situación realmente no depende tanto de la realidad, sino como la interpretamos y como la afrontamos.

La OMS sugiere ciertas recomendaciones: Enfocarnos en el aquí y el ahora, vivir el presente, establecer rutinas de ejercicios físico, aunque sean sencillos, disfrutar de una buena alimentación, si es posible tomar algo de sol diariamente, reducir la dieta de noticias que nos dañen, evitar excedernos en conversaciones sobre el COVID, lo cual no significa negar su existencia, ni olvidarnos de su peligro, sino de no alimentar mensajes que acentúen nuestro desgaste. Necesitamos un descanso psicológico, realizar actividades que nos aumenten la energía positiva. Podemos tener lecturas ligueras y fáciles de digerir y de conseguir.

De allí que me ha dado por leer mitología, sobre toda la griega, en este tipo de lectura encuentro explicaciones de los orígenes del mundo, de las vidas y aventuras de los dioses, de héroes y de otras criaturas mitológicas, que siguen siendo mitos y que hoy en día estas historias quizás, constituyen los cuentos infantiles, pero me "sacan" de las preocupaciones cotidianas.

Esta semana leí sobre la historia una mujer que todos conocemos, representada con los cabellos de serpientes, y que ha sido, desde la antigua Grecia un símbolo sexualizado que representa la ira femenina, mostrando sus dientes, justo en el momento en que su cabeza es cortada, destilando sangre. Claro que la conocen, estoy hablando de Medusa, que en griego significa “guardiana o protectora”, el monstruo que podía convertir a los hombres en piedra con su sola mirada.    

Medusa fue una hermosa doncella. Su belleza cautiva a Poseidón, dios del mar, a tal punto que este la viola en el templo sagrado de la diosa Atenea.

Atenea, se enfurece, se siente terriblemente ofendida y envía a Perseo, un semidios, a traerle la cabeza de Medusa, éste para su misión, tuvo que usar las sandalias aladas que Hermes le dio, el casco de invisibilidad de Hades, una espada y un escudo espejado y fue a visitar las Grayas para que le dijeran donde estaba la cueva donde se encontraba Medusa, éste la decapita, utiliza la mirada petrificante para derrotar a sus enemigos y luego le ofrece la cabeza de Medusa a Atenea, quien la exhibe bajo la protección de su escudo. Perseo describe el castigo de Atenea a Medusa como justo y merecido. Por eso Medusa representa la Lujuria y fue reducida a una monstruosidad. Y en realidad ella fue la víctima. Hoy aun, existe una lista larga de ideas preconcebidas equivocadas, que se hacen creencias formales y que sirven para culpar a la víctima e indultar al agresor: si una mujer es agredida sexualmente por estar algo pasada de “palos”, tiene la culpa “quizás por haber perdido el control” o si una mujer es tan poco precavida para andar sola de noche, tiene parte de culpa si es asediada sexualmente o si va a una discoteca con vestimenta provocativa, es su culpa si “le meten mano”. Los mitos son el origen, de muchos prejuicios, sobre todo definidos por los hombres, que determinan como debe ser el comportamiento de la mujer y permanecen ahí, sostenidos por la cultura y los medios de comunicación.

T.A.F.