Luces de navidad.

 

Creo, que es común que todos nos encontremos atareados durante estos días festivos, son tantos los corre-corre, pero bueno, es una vez al año y con gusto lo hacemos. Normalmente las entradas del blog las hago entre jueves y viernes, Blogger, la plataforma que me permite crear este blog, admite, que podamos planificar el día y la hora de la publicación, debido a la fecha, se me hubiese hecho muy difícil hace la entrada de esta semana, pero la estoy haciendo el martes, porque Blogger me lo publicará, el domingo a las 7.00 am. Como lo hago siempre.

Hay cosa que nosotros tratamos de hacerlas presente, de recordar lo que ocurrió en el pasado, son hechos que se trasmiten durante generaciones, es lo que llamamos tradiciones y costumbres y una de las fechas donde mas recordamos estas costumbre y tradiciones es durante esta época decembrina. La mayoría de estas tradiciones navideñas tienen profundo arraigo en las creencias cristianas.

Así, cuando llega diciembre, vemos como las casas, las calles, los nacimientos y los arbolitos de navidad se iluminan y se llenan de colores. Pero ¿de dónde viene esa tradición? Y sobre todo ¿quién inventó esa costumbre de iluminar los arbolitos de navidad? ¿tendrá origen religioso?

Toda la información que conseguí sobre este tema, hace pensar que el origen de este hábito, surgió en Alemania, por lo lúgubre del ambiente navideño, provocado por las grandes nevadas, las familias adineradas se les ocurrió iluminar sus árboles navideños con velas.

En ese momento, las velas, se le fijaban a las ramas y a las hojas utilizando cera fundida, con el tiempo, se fueron adaptando una especie de porta vela.

El consorte de la reina Victoria de Inglaterra, el príncipe Alberto introdujo esta costumbre a Inglaterra y de allí el arbolito, viajó a Estados Unidos. El primer presidente que puso un árbol de navidad en la Casa Blanca, fue Franklin Pierce, en el año 1870, seguían adornándolos con velas encendidas, al estilo alemán.

En 1871, el ingeniero Edward Hibberd Johnson, residenciado en Filadelfia, quien dirigía la “Automatic Telegraph Company”, contrató a un inventor muy joven, de 24 años, llamado, Thomas Alva Edison. Edison dejó la compañía de telégrafos, para fundar su propia compañía y Edward Hibberd Johnson, lo siguió y se convirtió en su socio. Para 1880, Édison patentó la bombilla eléctrica, pero la energía eléctrica distribuida por cable pasaría décadas para que se hiciera realidad. A Édison, sin embargo, se le ocurrió decorar su laboratorio en New Jersey, con guirnaldas de luces eléctricas.  

Pero dos años después, para la época de navidad, Edward Hibberd, tomó la ida de las guirnaldas de Édison y se le ocurrió una idea, agarró 80 bombillos de colores, azul, rojo y blanco de los de Édison, los conectó en series con cable eléctrico, los montó alrededor de su árbol de navidad y los conectó a un generador de electricidad, convocó a la prensa para mostrar su árbol navideño adornado de bombillas y que lo describieran en los periódicos.

En 1894, el invento llego a la Casa Blanca, el presidente Grover Cleveland, fue el primero en poner un árbol de navidad con luces eléctricas; para 1914, el precio de una serie de bombillos para los árboles de navidad era de dos dólares, ya para los años 30, la invención de Edward Hibberd Johnson, se encontraba encendida para navidad en millones de arbolitos de navidad en todo el mundo.

T.A.F. 


  

 

Las sinsombreros.

 


Por una de esas casualidades, “navegaba sin rumbo definido” en la internet, cuando encontré una revista digital, Culturplaza y había una invitación a un espectáculo para el 18 de diciembre, donde revindicaban la lucha de “Las sinsombrero”, a través de la danza de la obra “Mucha Muchacha”. Yo la verdad es que desconocía, quienes eran “Las sinsombrero”, resulta que eran unas mujeres que irrumpieron en la vida cultural en la década del 27, pero como todo, cuando la historia la escriben los hombres, solo se propagó, como  Generación del 27 a un grupo de hombres poetas y escritores españoles, que empezaron a figurar en el ámbito literario a partir de 1920 y que se le dio esa denominación, debido al homenaje que se le rindió a Luis de Góngora en Sevilla, a los trecientos años de su muerte ocurrida en el año 1627. Este grupo de poetas, pese a sus diferencias literarias, manifestaban inquietudes similares y poseían una estrecha relación de amistad. Así nace la Generación del 27.

En esa época, también existían mujeres escritoras, pensadoras, artistas y poetas, pero ignoradas, hasta que nacen “Las sinsombreros”, un grupo de mujeres que irrumpieron en el ámbito público, por atreverse a quitarse el sombrero cuando paseaban por la Puerta del Sol de Madrid, para que todo el mundo las viera, una actividad violadora de las costumbres de la época, que pretendía simbólicamente, al quitarse el sombrero, liberar las ideas de preocupación social. Este gesto las convirtió en rebeldes, por tratarse de una acción reprochable y mal vista por la sociedad de la época.

Este atrevido gesto les costó sufrir insultos, gritos y pedradas de los caminantes en ese momento por la Puerta de Sol. Y de esa manera, estas artistas e intelectuales, las transgresoras de las costumbres de la época, recibieron el nombre de “Las Sinsombreros”. Y así  se implicaron, aunque siempre marginadas, en los movimientos culturales de la Generación del 27 y junto con sus compañeros masculinos gozaron de presencia y aceptación internacional.

Entre estas mujeres podemos destacar a Maruja Mallo y Margarita Manso, las primeras en quitarse el sombrero, pero también tenemos que resaltar a Rosa Chacel, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, Marga Gil, María Teresa León, Josefina de la Torre y un largo etcétera.

Aunque de la Generación del 27, los historiadores han hecho resaltar siempre hombres como Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillen, Luis Cernuda, las mujeres tuvieron un peso enorme en los progresos artísticos de la España de principios del siglo XX. Jugaron un papel muy notable, que hay que divulgarlo, cuanto sea posible, porque no se trata del hecho de porque sean mujeres, es que más allá de eso, la narración de los acontecimientos debe cambiar, pues si se excluye la importancia de la mujer, la historia no está completa.

Lo más triste de todo esto, es la actitud de muchos de los compañeros masculinos, representantes por excelencia de esta generación, que no las mencionan, contribuyendo a que hayan sido olvidadas.

Dalí, casi no habla de Maruja Mallo, Juan Ramón Jiménez, no menciona a Marga Gil-Roësset, Buñuel no se refiere a ninguna de ellas, ni siquiera a Concha Méndez que fue su novia durante siete años. Creo que “ellas quedaron a ser mujeres de” dice Tania Balló. Directora y productora de un documental para sobre “Las Sinsombreros”.

T.A.F.   

 

Tocar madera.

 

 
Pasaba frente a un bodegón y me detuve, porque necesitaba una mayonesa, el problema es que uno entra a comprar una sola cosa que en verdad necesita y cuando llega a la caja ya tiene más de cuatro artículos.

Ya en la caja había una señora delante de mi con tres frascos de alcohol, hablando para que todos la escucháramos, “que su vecina tenía coronavirus, que hasta oxígeno tienen que ponerle, eso me tiene los nervios de punta, tengo que desinfectar todo el piso ascensores, escaleras y paredes”. La verdad es que estaba bien alterada. Y a la cajera lo único que se le ocurre hacer es decir “déjeme tocar madera señora” y se paró y fue hasta donde encontró madera y la golpeo tres veces con la palma de mano. Mija, no sea supersticiosa, le dijo un señor mayor a la cajera.

Y yo me pregunté ¿de dónde saldría que el “Tocar Madera” atrae la buena suerte o aleja los males?

Averiguado, esta tradición de “Tocar Madera” para atraer la buena suerte, resulta, que es muy antigua.

Pues, la madera ha estado presente, desde antes de la aparición del hombre, sobre la tierra, y siempre se ha considerado como un material noble, una especie de “regalo de los Dioses”, en especial, la madera del roble, la cual, era la más admirada, ya que, se decía que el roble era hogar de los Dioses y era la forma en que éstos se posesionaban en la vida terrenal.

¿Por qué el roble? Quizá porque esta especie era más propensa a ser alcanzada durante las tormentas por los rayos y la creencia que estos rayos significaban una forma de los Dioses comunicarse con los humanos. De esta forma estar cerca de un roble parecía estar cerca de los Dioses y así tener mayor protección, por lo tanto “Tocar Madera”, significaba conseguir ayuda de los Dioses y atraer la buena suerte. Según fueron las culturas nórdicas, las iniciadoras de este ritual.

Se sabe también que los Celtas rendían culto a los árboles, por considerarlos que representaban a los dioses en la Tierra.

Se creía que eran una especie de cable a la Tierra, por donde se iban los males, de allí la costumbre de tocarlos. En tal sentido, las propiedades favorecedoras de tocar la madera, sólo eran benéficas cuando esta se encontraba en estado natural.

La mitología griega creía que los robles representaban a Zeus, así prosperó la costumbre de tocar un tronco de roble cuando se hacían pactos y promesas como señal de confianza en lo pactado. También oraban junto a los robles implorando la ayuda de Zeus. Existía, asimismo, la costumbre de crear todo tipo de imágenes divinas con madera de roble.

Con la aparición del cristianismo, las creencias de “Tocar Madera” se vieron reforzadas, en este caso con la madera de la Santa Cruz, por la veneración de las reliquias de trozos de madera de esta. En nuestros días existen numerosos objetos religiosos cristianos, realizados con madera, que se pueden encontrar en todos los lugares de culto y también en los hogares de los millones de personas que profesan la religión cristiana.    

En definitiva, la madera siempre se ha asociado a los dioses. Es increíble que un solo material ofrezca tanta versatilidad variando únicamente las especies y que pueda tener las propiedades y características adecuadas para fabricar cualquier producto.

T.A.F.