El “peligro” de leer.

 

Los libros tienen la capacidad de influir en el comportamiento del lector, de eso no hay dudas, pueden despertar emociones, pueden hacerte soñar, hacerte viajar o sugerirte comportamientos. También pueden crearte conflictos, afianzar ideologías o cambiarlas. 

Y en definitivamente, no dejan indiferente a quien los lee, pueden ser estimulantes, tranquilizantes, irritantes o sedantes.

Y no podemos ignorar, la capacidad que tenemos de hacer empatía con alguno de los personajes, de captar sus emociones y de ponernos en su lugar.

Amo los libros, sobre todo los que me han ayudado a aceptar pérdidas  en mi vida o los que me han sanado de tristezas importantes. Quizás solo son lecturas creadas para entretener, pero que, al leerlas, notas que encajan con tus emociones y que te ayudan a superar tristezas o te sanan. Es lo que se llama biblioterapia, existen médicos, que recetan listas de novelas, que son como “medicamentos”. Sin embargo, existen libros considerados como una amenaza para la salud mental.

Esta historia de libros peligrosos; empezó, cuando Goethe, publico Las penas del Joven Werther-Fieber”, la cual, tuvo tanta influencia en muchos jóvenes de la época en Europa, los cuales imitaban a Werther-Fieber, en la forma de expresarse, comportarse y hasta en el vestir. Llegaron a tal grado de empatía con el protagonista, quien al final de la historia termina suicidándose que, muchos de sus seguidores llegaron a quitarse la vida imitándolo.  En Alemania, Dinamarca e Italia prohibieron el libro. Hoy en día el efecto imitativo de la conducta suicida se conoce como “Efecto Werther”.

La prohibición de ciertas lecturas, es muy antigua, Sócrates opinaba que la mayor parte de la gente no debería leer por su cuenta, ya que podían desatar su confusión y desorientación moral, el lector debería ser aconsejado por un sabio.

Platón, en el Fedro, menciona que, Sócrates advertía que depender de la palabra escrita podía debilitar la memoria.

Y como siempre, ¡¡capítulo aparte para la mujer!! el dramaturgo griego Menandro, decía que leer podía hacerles daño a las mujeres, porque eran de mente débil y no toleraban las emociones fuertes. “Enseñar a una mujer a leer y escribir”, decía, era tan malo como “alimentar a una serpiente con más veneno” y mientras Jean-Jacques Rousseau por el año 1781, escribía su novela epistolar Julia, "cuando una mujer abre una novela, cualquier novela", y “se atreve a leer solo una página” se convierte en una “joven caída”.  En una de las publicaciones para la mujer más influyentes del siglo XVIII,  la revista,The Lady’s Magazine, indicó en una de sus ediciones, que las novelas eran «poderosos motores con los que el seductor ataca al corazón femenino», en referencia al Bestsellers “Pamela o la virtud recompensada. El riesgo era que, las lectoras se vieran abrumadas por pasiones sexuales libertinas, provocando lo que hoy se conoce como el síndrome de Madame Bovary.

Y no hay que dejar de lado la gran influencia de la religión en la sociedad de la Edad Media, donde los textos que se suponía que amenazaban a la iglesia, eran denunciados como venenosos, destructivos del alma y quemados en hogueras, la lectura no supervisada era considerada herejía. Pocos leían por miedo a ser acusados de herejes. 

No obstante, hoy vemos que, el auge de la literatura ha demostrado que los moralizadores poco pueden lograr, con el gran desarrollo de la literatura Universal y con la gran demanda de textos como medio de aprendizaje y entretenimiento. Leer puede ser una actividad valiente, que posee la facultad de estimular la imaginación, que puede causar crisis emocionales, que pueden ser razones para temer. Pero esas son, justamente, al mismo tiempo, las razones que explican su importancia y desarrollo a lo largo de la historia. ¿Te recuerdas de algún libro que te haya dejado secuelas?

T.A.F.