Les voy a confesar, yo no puedo dejar
de ver las películas de Audrey Hepburn cada vez
que las pasan por televisión, “me engancho” y las disfruto como si fuera la
primera vez que las veo, así me pasó en estas noches que repitieron “Muñequita de lujo” (Breakfast at Tiffany), la adaptación, bastante libre, de la novela del mismo título escrita por Truman Capote.
Como no volver a ver el glamour de
sus ojos, perfectamente perfilados y su mirada típica, del estilo Eyeliner de los años cincuenta.
Audrey
Hepburn, fue una actriz que, sin duda creó
escuela al respecto e hizo de su inconfundible estilo, un referente que aun hoy
en día se mantiene. La protagonista de Muñequita de lujo promovió la
elegancia natural, frente a los estilos más recargados de la época y se destacó
tanto por su simpatía e inteligencia, como por su físico menudo, siempre
juvenil, su aspecto delicado, frágil, angelical y parisino, marcaron un antes y un después, en el mundo de la
moda. En una época dominada por las curvas y la voluptuosidad, Audrey, la chica delgada y sin curvas,
se convirtió en uno de los iconos de la moda. “Esta jovencita logrará
convencer al mundo entero de que los grandes senos y pronunciadas curvas son un
inútil vestigio del pasado” decía Billy Wilder quien
dirigió a Audrey en la película “Sabrina”.
Cuellos altos, guantes hasta el codo,
bolsos, pantalones tubitos hasta los
tobillos que me recuerda a mi mamá llevándome al colegio, pelo
corto, suetercitos masculinos y grandes lentes de sol, fue todo con lo que dispuso
para convertirse en un icono de la moda. Se caracterizó por su sencillez, vistiendo elegante sin necesidad de
ostentaciones, llevando tan solo una camisa blanca, un sencillo
abrigo, un pañuelo corto y unos mocasines.
No era lo que vestía, sino cómo lo vestía. Logró ser
ella el personaje principal y no la vestimenta. Consiguió, que lo que usara tuviera
su encanto, “Extendió su naturalidad a su forma de vestir. Siempre daba a
los vestidos creados para ella un toque personal que todo lo realzaba, no sólo
la elegancia, sino el diseño entero”. Decía el diseñador Hubert de Givenchy
Edda
kathleen Van Heemstra Hepburn, su verdadero nombre nació en Holanda, un 4 de mayo de 1929. Su carrera
como actriz comenzó cuando apenas tenía 21 años y a los 23 cuando cautivó los corazones de todos los
espectadores de “Vacaciones
en Roma” con la que ganó el Oscar a la mejor actriz. Desde
ese momento, su carrera no hizo más que acumular éxitos y llego a ser la
primera actriz en ganar un Oscar, un Globo de Oro y un premio BAFTA por una
sola actuación. Se retiró de la vida cinematográfica para dedicarse a sus dos hijos, Sean y Luca, fruto de sus
matrimonios con el también actor Mel Ferrer y con el psiquiatra italiano Andrea
Dotti, respectivamente y a las labores benéficas, llegando a ser Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF. Murió
de cáncer en su casa en Suiza, en enero de 1993, a la edad de 63 años.
Delicada, elegante, sencilla, sutil,
inteligente y muy solidaria. Audrey decía que, “La belleza de una mujer no
está en un lunar facial, sino que la verdadera belleza de una mujer se refleja
en su alma”. Con certeza, su alma siempre reflejó esa
belleza.
T.A.F