Museo de Orsay. Alfred Stevens. La mujer del baño. |
La entrada anterior del del blog se refirió al suceso de las mujeres que se desnudaron en el Museo de Orsay. Me quedé con la curiosidad de “ver” las pinturas que se exponían en dicho museo, para eso me ayudó Google, que como dice un amigo “es como Dios, lo sabe todo”. Y encontré una pintura que me encantó, la cual coloco en esta entrada y me surgió la idea de averiguar que ha significado el bañarse a lo largo de los siglos. Pues, encontré muchos hechos interesantes que he querido compartir con ustedes.
Según los historiadores dedicados al tema de los baños, coinciden que en los orígenes del baño se pueden encontrar elementos religiosos y sociales, no necesariamente relacionados con el aseo personal. En la antigüedad, la costumbre de bañarse, se vinculaba con lo religioso, la medicina, el placer, la ostentación de riqueza. Los baños colectivos aparecieron en la India, hace más de cinco mil años. Eran salas pavimentadas con piscinas o piletas con desagües, también en Babilonia surgieron hace cuatro mil años, como rituales religiosos de purificación y en Grecia hasta bañaban las estatuas de los dioses.
La tradición del baño perfumado y aromatizado se remonta desde el antiguo Egipto, expandiéndose al cercano oriente hasta Japón. En la Roma antigua, Popea, la esposa de Nerón, era fiel a los perfumes e hizo famoso sus baños diarios con leche de burra, aromatizada con lavanda y melisa, a la que le añadía sal, aceite de oliva, bicarbonato y pétalos de rosas, cuenta la leyenda que en sus viajes la acompañaban unas 300 burras para ser ordeñadas para sus baños perfumados
Sin embargo, esta práctica, del baño perfumado, experimentó un gran descenso en Occidente durante la Edad Media, gracias al cristianismo, quien pregonaba que, el baño debía tener solo un propósito meramente medicinal, fuera de esto, cualquier otro tipo de baño solo originaba placer y lujuria, por lo tanto, era pecado.
De hecho, el olor corporal, durante esta época, era insoportable, las mujeres tenían que vivir la angustia y el miedo de sentirse sucias. Infundir este miedo fue muy lucrativo para la industria del perfume.
Este miedo es parte de una “polémica” historia, cuyos momentos decisivos fueron en Francia, durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando después de la epidemia de cólera de 1832, se activa y acelera el movimiento de la higiene y se retoma la costumbre del baño perfumado y aromatizado, que benefició a la industria del perfume, los cuales adquirieron gran popularidad. Como dato curioso, les cuento que, también en Francia, Francisco I, destinó para el baño, un magnífico y hermoso cuarto en su palacio, en cuyas paredes colgó una pintura que en 1517 le compró a Leonardo da Vinci: La Gioconda. Esta obra tan famosa estuvo en el “cuarto de aseo” de un palacio antes de estar en un museo.
Pero sin lugar a dudas, el gran cambio en los baños se evidencia al incorporar este local al interior de la vivienda. La evolución del diseño y la arquitectura fue dando paso a la popularización de cuartos de baños dentro de las viviendas, donde se agrupaban en forma armónica, todos los aparatos sanitarios, incluido el inodoro, que fue posible gracias a su desagüe acodado, de modo de retener el agua en su interior, formando un tapón de agua, el cual impide el ingreso de malos olores al local del baño, eso, unido a que las corrientes higienistas y a la industrialización, dieron lugar a la mejora de la infraestructura de saneamiento y al desarrollo de redes y distribución de agua potable a nivel urbano, facilitando en gran medida, la implantación definitiva del cuarto de baño casero como lo conocemos hoy.
T.A.F.