Es increíble como este Coronavirus, no sólo nos ha cambiado el quehacer cotidiano, sino que ha revivido algunas costumbres que creímos “muertas”, como es el de usar agua de colonia. Resulta que, leyendo noticias sobre el COVID, me encuentro que el agua de colonia es un escudo contra el coronavirus . El hecho me recordó una película que vi hace tiempo sobre el uso que le daba al agua de colonia Giulia Tofana D´Adamo, una mujer que vivió en Sicilia en la primera mitad del siglo XVII, la cual se dedicaba a la fabricar brebajes y ungüentos, era una especie de cosmetóloga.
Giulia, usando sus conocimientos sobre química logró crear una especie de agua de colonia que se popularizó con el nombre de Agua de Tofana, con lo cual ayudó a cientos de mujeres a librarse de sus “abusivos esposos”. En esa época, no existía ni separación ni divorcio, la única forma de disolver el matrimonio era con la muerte de uno de los cónyuges.
El Agua de Tofana era un veneno legendario e ideal para llevar a cabo crímenes perfectos. Era insípido, inodoro y transparente, así que pasaba desapercibido. Además, era vendido camuflajeado como un cosmético femenino.
Su efecto podía ser regulado, lo que permitía a quien lo administraba, calcular el momento de la muerte del que lo consumía, el cual podría ser en una semana, un mes o hasta un año y lo mas impresionante era que no dejaba trazos en el cuerpo de la víctima. Según se cuenta tuvo mucho éxito, pues sus clientas enviudaban al corto plazo. Así se corrió la voz y llegó a ser exitosa con su novedoso “emprendimiento”, como dicen ahora. Se dice, que hasta llegó a tener una red de comercialización por toda la isla, lo que la llevó a expandirse, llevando su producto a toda la Península Itálica. Y para poner la “tapa al frasco”, me imagino como un sarcasmo, lo llamó “Maná de San Nicolas de Bari”, un aceite que supuestamente goteaba milagrosamente de los huesos del santo y era muy fácil encontrarlo en las tiendas de la época. Repito, se dice, porque el problema de estas historias poco documentadas, son los detalles. Algunas versiones afirman que Giulia Tofana elaboraba su producto en Sicilia en la década de 1630; otras la sitúan mucho después o en otros lugares: en Palermo, Nápoles y Roma.
En ocasiones se describe que fue ella quien inventó el Agua Tofana. Otras que la heredó de su madre.
No se conoce la receta del venenoso producto, aunque casi todas las fuentes mencionan arsénico.
Si se hacen la pregunta ¿Por qué había tantas mujeres que querían envenenar a sus maridos?, recuerden, que aquello de casarse por amor es una costumbre nueva: los matrimonios, en ese entonces, eran arreglados sin tener en cuenta cómo sería el futuro de la pareja (ver "la entrada" de este blog, Matrimonios)
Cuentan los historiadores que Giulia Tofana les vendió, su famosa agua a cientos de mujeres italianas, hasta que una de ellas a última hora no se atrevió dársela a su marido en un plato de sopa, como lo tenía planeado y terminó denunciándola.
Giulia buscó protección hasta en la iglesia, sin embargo, se propagó el rumor que ella había contaminado el agua potable de las fuentes y las autoridades la capturaron, reconociendo al ser interrogada, que había colaborado en el asesinato de aproximadamente 600 hombres. La policía capturó a toda la red de distribución del veneno, todas ellas fueron ahorcadas y algunas descuartizadas.
La historia de estas envenenadoras llega a aparecer, incluso, en la afamada novela “El conde de Montecristo”, de Alejandro Dumas (padre).
Para colmo, en 1791, Wolfang Amadeus Mozart en su lecho de enfermo estaba convencido que lo habían envenenado. "Alguien me dio acqua tofana y calculó el momento preciso de mi muerte".
T.A.F.