En busca de su madre.

Leyendo los reportajes que publica la BBC, me encontré sobre un relato verdaderamente fantástico el cual es digno que lo cuente en esta entrada del blog, sobre una india venezolana, Yanomami, que habita en nuestra selva Amazónica.

Keneth Good, es un antropólogo estadounidense, que decidió organizar una expedición a Venezuela en el año de 1975 y penetrar en la selva amazónica para presenciar sobre el terreno mismo, el comportamiento de los indígenas. Keneth logró ubicarse cerca de la aldea Hasupuweteri, en la cual fue bien recibido, su misión en un principio estaba planificada para convivir con los aborígenes durante 15 meses, pero al pasar del tiempo, se instaló en un shabono, como vivienda. Allí estudió los rituales Yanomami y se ganó el nombre de “shori” lo que significa “el hermano de ley”.

Pasado tres años, conviviendo con los Yanomami, el jefe de Hasupuweteri le propuso a Good que tomara una esposa y le ofreció a su hija “Yarima”, quien apenas había cumplido 12 años, Keneth, aun sin comprender las reglas de esta etnia e indeciso, después de mucho pensarlo accedió a aceptar la propuesta, aunque no se casaron de inmediato, se fue creando un vínculo amoroso que se hizo estable.

Luego de ocho años, en 1986, Keneth y Yarima, encontrándose esta embarazada, se fueron a Estados Unidos, se casaron en New York y a los días nació su hijo David Alexander. Ambos acostumbraban viajar a la aldea de Yarima de visita. En una de esas estadías nació, Vanessa, su segunda hija. Su tercer hijo, Daniel, lo tuvieron en Estados Unidos.

Pero al tiempo, Yarima, quien vivía encerrada prácticamente sin salir, solamente se ocupaba del cuidado de sus hijos, pues no logró dominar otro idioma que no fuera el de su etnia y ocurrió, no logró adaptarse a una ciudad como New York.

Kenneth comprendió que Yarima no sobreviviría el constante ajetreo de una ciudad llena de ruidos, luces y sobre todo a los códigos sociales incomprensibles para una yanomami. Yarima por su parte sabía también que Kenneth no podía sobrevivir en el shabono porque, aunque comprendía sus hábitos y hablaba su lengua, nunca aprendió a cazar ni a conseguir alimentos sin la ayuda de otros hombres yanomamis.

Así que ocurrió lo inevitable, Kenneth entonces decidió acompañar a Yarima hasta la selva de donde un día habían partido hacia New York.

Ambos decidieron que los tres hijos, se quedaran en New York con su padre, donde tendrían acceso a la educación de la sociedad occidental.

David por ser el mayor y el que más tiempo había pasado con su madre, fue el que más resintió la ausencia de su madre durante la infancia y su adolescencia, hasta el punto de sentirse rechazado por ella.

Pero siempre estuvo curioso por conocer los orígenes de su madre, así, que esa curiosidad lo llevó a leer libros sobre los yanomamis y sobre todo, leyó los libros publicados por su padre sobre su estadía en la selva con los yanomamis. Logró ver un documental de National Geographic, donde aparecía con su madre y sus hermanos en tierras yanomamis y según, sintió la necesidad de volver a ver a su madre. Con la asesoría de su padre y la ayuda de colegas y amigos y sobre todo con el contacto con la antropóloga, venezolana, Hortensia Caballero, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), quien conocía su historia y conocía a Yarima, logró conseguirle los permisos a David, para poder entrar a la selva venezolana, normalmente restringidas para los extranjeros.

David Alexander, ya con 25 años de edad, emprendió su viaje para reencontrar a su madre lo cual fue una realidad en el año 2011 y desde entonces ha regresado cuatro veces a visitarla.

T.A.F.