Cuando Antonia Louisa Brico nació, el 26 de junio de 1902, ya existían el teléfono y el cinematógrafo, ya se viajaba en carro y se bebía Coca Cola. Aquel año se estrenó la primera película de ciencia ficción “Viaje a la Luna” y se celebró la segunda edición de los novedosos Premios Nobel.
Sin embargo, las oportunidades no estaban al alcance de todos. Mientras unos dirigían y diseñaban los inventos que determinarían el siglo XX, otros estaban relegados a un lugar secundario, sobre todo si eras mujer.
En el mundo de la música, por ejemplo, todavía no existía ninguna mujer directora de orquesta.
Las batutas estaban reservadas solo para los hombres y se estimaba que era una idea humillante, el que una mujer pudiera llegar a dirigir a un grupo de músicos.
Se sabe muy poco sobre la infancia de Antonia Brico, apenas algunos datos que marcaron el resto de su vida: que a los pocos días de nacer fue adoptada por el matrimonio de los Wolthis, que le cambiaron el nombre a Wilhelmina y que nació en Róterdam, pero a los cinco años emigró a Los Ángeles, en Estados Unidos, donde pasó gran parte de su infancia y juventud.
Desde pequeña, Antonia, tenía una gran pasión por la música, por eso decidió compaginar sus estudios en la “Escuela Secundaria de Oklahoma” con clases de piano. Cuando se graduó, en 1919, a los diecisiete años ya era una pianista consumada y empezó a encaminarse hacia lo que siempre había sido su gran sueño: dirigir una orquesta. Antonia se traslada a New York con el fin de profundizar en el mundo musical.
Aquel mismo año, descubrió que había sido adoptada y decidió romper lazos con su familia, recuperó su nombre original, se matriculó en la Universidad de Berkeley, en California, donde estudió artes liberales. Durante los años universitarios, trabajó como asistente de director en la Ópera de San Francisco. Una vez terminada la carrera, decidió trasladarse a Nueva York .
En el año 1926 viajó a Hamburgo, convirtiéndose en alumna de Karl Muck, el director de la Orquesta Filarmónica de Hamburgo, que fue uno de sus grandes maestros.
En 1930 debutó como directora en la prestigiosa Orquesta Filarmónica de Berlín, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo.
A partir de entonces, su carrera despegó y Antonia Brico fue invitada a dirigir algunas de las orquestas más importantes del momento, entre ellas la Sinfónica de Los Ángeles, la Sinfónica de San Francisco y la Filarmónica de Hamburgo. En 1933, batió otro récord al ser la primera mujer en dirigir la famosa Orquesta Sinfónica de Músicos de Nueva York. Sin embargo, pese al éxito de aquellos años, Brico jamás recibió todo el reconocimiento que merecía: fueron muchos quienes la llamaron para actuar como directora invitada, pero nadie le ofreció un puesto como directora titular en ninguna orquesta.
En 1934, Antonia fundó la “New York Women's Symphony”, una orquesta formada única y exclusivamente por mujeres. Este proyecto fue apoyado por Eleanor Roosvelt, la por aquel entonces primera dama de los Estados Unidos, y progresó de manera exitosa durante cuatro años.
Tras aquel éxito, Brico decidió abrirse y empezó a admitir hombres en su orquesta, que pasó a llamarse “Orquesta Sinfónica de Brico”.
Durante la década de 1940, Antonia Brico viajó por todo el mundo y realizó una gira en la que actuó como directora y como pianista.
De todos modos, el legado de Brico tardaría un tiempo en dar fruto, ya que cuando falleció, el 3 de agosto de 1989, todavía, no existía ninguna mujer directora de orquesta con puesto fijo, en el mundo.
T.A.F.