Ada Byron

 


Ada Augusta Byron nació en Londres en 1815. Era hija de la adinerada Annabella Milbanke y el poeta Lord Byron. El matrimonio no duró mucho y, cuando Ada tenía un mes, su madre abandonó a su esposo. La joven Ada recibió lecciones de matemáticas y ciencia en un intento, por parte de su madre, de erradicar la herencia de locura poética que llevaba en los genes. Su infancia transcurrió entre tutores y estudios, lastrada por una mala salud que arrastraría a lo largo de toda su vida.

A pesar de que en el siglo XIX no era frecuente que las mujeres estudiasen ciencia, Ada tuvo la suerte de contar con grandes maestros, como el matemático Augustus De Morgan o la astrónoma escocesa Mary Somerville. Fue precisamente Sommerville quien le presentó al matemático Charles Babbage, con quien trabó una gran amistad y una fructífera colaboración. En 1835 Ada se casó con el barón William King, que posteriormente se convirtió en Conde de Lovelace. Durante su matrimonio siguió estudiando matemáticas. Tras el nacimiento de su tercer y último hijo, Ada comenzó a colaborar con Babbage en la máquina analítica.

Su pasión por las matemáticas y su personalidad poco convencional no siempre fueron bien vistas en la corte. Se aficionó al juego y en 1851 trató de crear con unos amigos un modelo matemático para acertar en las apuestas. En los últimos años de su vida su salud se deterioró gravemente, hasta que falleció en 1852, poco antes de cumplir 37 años.


 

El “peligro” de leer.

 

Los libros tienen la capacidad de influir en el comportamiento del lector, de eso no hay dudas, pueden despertar emociones, pueden hacerte soñar, hacerte viajar o sugerirte comportamientos. También pueden crearte conflictos, afianzar ideologías o cambiarlas. 

Y en definitivamente, no dejan indiferente a quien los lee, pueden ser estimulantes, tranquilizantes, irritantes o sedantes.

Y no podemos ignorar, la capacidad que tenemos de hacer empatía con alguno de los personajes, de captar sus emociones y de ponernos en su lugar.

Amo los libros, sobre todo los que me han ayudado a aceptar pérdidas  en mi vida o los que me han sanado de tristezas importantes. Quizás solo son lecturas creadas para entretener, pero que, al leerlas, notas que encajan con tus emociones y que te ayudan a superar tristezas o te sanan. Es lo que se llama biblioterapia, existen médicos, que recetan listas de novelas, que son como “medicamentos”. Sin embargo, existen libros considerados como una amenaza para la salud mental.

Esta historia de libros peligrosos; empezó, cuando Goethe, publico Las penas del Joven Werther-Fieber”, la cual, tuvo tanta influencia en muchos jóvenes de la época en Europa, los cuales imitaban a Werther-Fieber, en la forma de expresarse, comportarse y hasta en el vestir. Llegaron a tal grado de empatía con el protagonista, quien al final de la historia termina suicidándose que, muchos de sus seguidores llegaron a quitarse la vida imitándolo.  En Alemania, Dinamarca e Italia prohibieron el libro. Hoy en día el efecto imitativo de la conducta suicida se conoce como “Efecto Werther”.

La prohibición de ciertas lecturas, es muy antigua, Sócrates opinaba que la mayor parte de la gente no debería leer por su cuenta, ya que podían desatar su confusión y desorientación moral, el lector debería ser aconsejado por un sabio.

Platón, en el Fedro, menciona que, Sócrates advertía que depender de la palabra escrita podía debilitar la memoria.

Y como siempre, ¡¡capítulo aparte para la mujer!! el dramaturgo griego Menandro, decía que leer podía hacerles daño a las mujeres, porque eran de mente débil y no toleraban las emociones fuertes. “Enseñar a una mujer a leer y escribir”, decía, era tan malo como “alimentar a una serpiente con más veneno” y mientras Jean-Jacques Rousseau por el año 1781, escribía su novela epistolar Julia, "cuando una mujer abre una novela, cualquier novela", y “se atreve a leer solo una página” se convierte en una “joven caída”.  En una de las publicaciones para la mujer más influyentes del siglo XVIII,  la revista,The Lady’s Magazine, indicó en una de sus ediciones, que las novelas eran «poderosos motores con los que el seductor ataca al corazón femenino», en referencia al Bestsellers “Pamela o la virtud recompensada. El riesgo era que, las lectoras se vieran abrumadas por pasiones sexuales libertinas, provocando lo que hoy se conoce como el síndrome de Madame Bovary.

Y no hay que dejar de lado la gran influencia de la religión en la sociedad de la Edad Media, donde los textos que se suponía que amenazaban a la iglesia, eran denunciados como venenosos, destructivos del alma y quemados en hogueras, la lectura no supervisada era considerada herejía. Pocos leían por miedo a ser acusados de herejes. 

No obstante, hoy vemos que, el auge de la literatura ha demostrado que los moralizadores poco pueden lograr, con el gran desarrollo de la literatura Universal y con la gran demanda de textos como medio de aprendizaje y entretenimiento. Leer puede ser una actividad valiente, que posee la facultad de estimular la imaginación, que puede causar crisis emocionales, que pueden ser razones para temer. Pero esas son, justamente, al mismo tiempo, las razones que explican su importancia y desarrollo a lo largo de la historia. ¿Te recuerdas de algún libro que te haya dejado secuelas?

T.A.F.



Pensamientos que agotan.

 


Revisando las redes me encontré un video donde explicaban lo que tenían en común las personas longevas de distintos países: Comer sano, Ejercitarse físicamente y Tener una actitud positiva.

Creo que no hay dudas que las dos primeras son decisiones personales, con la tercera, hay quienes piensa que no es así.

Existe un debate muy antiguo, sobre cómo se va formando nuestro comportamiento.

¿Nacemos con una serie de capacidades y cualidades, o somos individuos que nacemos en “blanco” y adquirimos todo del exterior? ¿Qué tanto heredamos y que tanto de nuestro comportamiento se construye socialmente? Bueno, dejemos este debate a los científicos y ojalá nos tengan pronto una respuesta. Lo que sí creo evidente, es que nuestro comportamiento está condicionado por el entorno en que nos movemos y por las ideas que se van estableciendo en nuestro cerebro y muchas de estas se instalaron sin nuestro permiso, sino que lo hicieron y no sabemos cuándo, con lo grave que pueda ser, es complicado separarse de ellas, puesto que muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta que llevan el timón de nuestra vida. Definitivamente, hay situaciones que nos agotan, que nos estresan y nos complican, pero seguramente si razonamos con objetividad, nos daríamos cuenta, que no existen argumentos válidos, para que esto suceda… me pregunto ¿en realidad lo que estoy pensando es una interpretación limitada de lo que está sucediendo?

En otras palabras, permitámonos cuestionarnos las actitudes que asumimos. Las actitudes se eligen y por ello, podemos elegir adoptar nuevas actitudes. Y al ser nuevas, necesitaremos aprenderlas y entrenarlas, deshacernos de esos pensamientos negativos y tomar actitudes positivas.

Cuando una situación nos pone mal, ¿Qué logro con esto? ¿Para qué asumo ese comportamiento?, el “para qué” te exige ver hacia adelante, el “por qué” nos envía al pasado. ¿Qué ganamos protestando con mal humor? Quizás prevalezcan pensamientos subyacentes en el cerebro, que nos llevan a responder así, de forma automática, casi subconsciente. Probablemente en algún momento de la vida esa respuesta fue necesaria, pero en este momento puede ser que no.

No significa que no nos enfademos cuando suceden cosas que nos molestan, estamos en nuestro derecho de hacerlo. El punto es, no estancarse en esa emoción, si este comportamiento nos paraliza, no avanzamos y probablemente esos hechos determinen nuestro pensamiento y nuestro estado de ánimo. 

Empezar a pensar las cosas desde otra perspectiva y darnos cuenta, de que existen numerosas respuestas e interpretaciones posibles ante diversas circunstancias. Pensar, que existe una diversidad de explicaciones para cada situación y que solo nosotros elegimos que nos hace sentir mal o que nos pueda hacer sentir bien, rescatar lo positivo de la situación y seguir adelante. 

 Tenemos la posibilidad de decidir por nosotros como sentirnos, que actitud tomar ante lo que ocurre en el entorno. Creo que nadie ni nada nos puede hacer sentir mal, sino no lo permitimos. Creo que es posible adoptar conscientemente esa actitud.

T.A.F.