La “barriga cervecera”




En aquellos tiempos cuando aún vivía en dependencia laboral y cumplía con un horario, no es que ahora me mantenga inactiva simplemente dispongo de mi tiempo a mi antojo, muchas veces cuando salía del trabajo, antes de llegar a mi casa pasaba por un abasto de unos chinos a comprar cervezas, fueron tantos años que ya era “pana” de la china dueña del negocio, la cual me repetía cada vez “tu tomar cerveza y no engordas” y yo le insistía, Karina “la cerveza no engorda”. Una de la actividad que trato de mantener en medio de la pandemia, es salir a las 7 am a trotar mis tres kilómetros diarios, en días pasados me encontré con un amigo, el cual me comento que estaba muy gordo y había comenzado a caminar, “pues me salió barriga cervecera”, este episodio me recordó a Karina, que por cierto se fue del país hace algunos años. Ese día al llegar a la casa me pregunté, ¿será verdad que la cerveza engorda?, pues investigando encontré que definitivamente no engorda. Una cerveza de 200 de mililitros, sólo aporta 84 calorías, por lo que el consumo de una cerveza diaria supone un porcentaje "muy pequeño" de la ingesta calórica diaria recomendada, de unas 2.000 calorías para las mujeres y 2.500 para los hombres.
La “barriga cervecera”, es un cuento muy afianzado en las creencias populares. pero la ciencia se ha encargado de derrumbar este mito. La barriga tiene que ver con la alimentación, la fisiología de la persona, con la genética, con la edad, con el sedentarismo, con la comida que ingerimos con la cerveza, con estilos de vida poco sanos y con el género. Las mujeres acumulan más grasa en caderas y muslos. Los hombres más en la cintura, lo que se acerca más a esa "barriga cervecera". Según, averigüe, el origen del mito se relaciona con el tipo de fisiología del anglo sajón y sus hábitos alimenticios. Los británicos beben grandes cantidades de cerveza y las acompañan con comidas altas en grasas saturadas. Es más, de la cerveza se recalcan más los aspectos positivos que los negativos.
Los médicos, recomiendan, dos vasos diarios de cerveza para las mujeres y tres para los hombres, manteniendo una nutrición equilibrada sin excesos y que realicen una vida normal, con algo de ejercicio.
La cerveza es una bebida fermentada que absorbe las facultades alimenticias de los cereales con que se produce, igual que el vino las de la uva, o la sidra las de la manzana. De esta manera la cerveza aporta al organismo, una cantidad de ácido fólico, vitaminas, hierro, calcio, y tiene un efecto "protector" sobre el sistema cardiovascular. Las personas que beben cantidades normales de cerveza, las recomendadas por los especialistas, tiene una menor incidencia de diabetes mellitus e hipertensión, y un índice de masa corporal inferior.
Así, queridos amigos búsquense otra excusa para su “barriga cervecera”, échenle la culpa al pan, a la pizza, a las pastas, a las hamburguesas, a las tortas, a las empanadas…  pero con la cerveza no se metan.
T.A.F. 



Libros, maldiciones y bibliotecas encadenadas.

Hoy, es normal y sencillo leer un libro, bien sea que lo tomemos de los estantes de nuestros hogares, en donde solemos acomodarlos o bien en una tabla, un P.C o haciendo un “esfuercito”, hasta en el celular, creo que muchos de nosotros lo hemos hecho durante esta cuarentena acompañada de apagones.
Son tiempos donde los libros son accesibles a cualquier persona que quiera hacer uso de él, tanto el de papel como el digital.
Pero no siempre los libros fueron asi, no fue sino en el siglo IV d.C, cuando empezaron a desaparer las hojas de papiro, una tira larga que se guardaba enrollada y fueron apareciendo los códices o manuscritos, que eran piezas de forma rectangular que consistían en varias hojas puestas unas sobre otras y cosidas, las cuales se podían hojear una tras  otra vez, tal como lo hacemos hoy, sustituyendo de esta forma, las hojas de papiro; sin embargo, fabricar este tipo de “libro”, aunque traía muchas ventajas, evidentemente era más fácil buscar una determinada página en un objeto, el cual se podía hojear que en uno que había que enrollar y desenrollar cada vez. Pero producirlo, seguía siendo un proceso muy complejo, imagínense a los copistas o a los escribas valiéndose solo de la luz del sol o de las velas, inclinados en un mesón, tratando día tras día de escribir un texto a mano, con una paciencia infinita, con instrumentos bien rústicos y que solo iba a ser utilizado por un pequeño grupo de personas que pudieran pagar los costos.
Es lógico, suponer entonces, que los libros eran “joyas” muy preciadas y cuidadas para aquellos que los poseían. Por lo cual apelaban a los métodos mas insólitos, que se les pudiera ocurrir, para protegerlos de los robos, lo que hacía normal que al comienzo o al final de los libros, se invocaran fatales maldiciones, que prometían sufrimiento y dolor al que se ocurriera dañar o robar estos tesoros tan costosos. A tal efecto recurrían a los peores castigos: desde la excomunión hasta una muerte terrible, como que tu alma acabara condenada al fuego eterno.
Marc Drogin recolectó en su libro de 1983, “!Anathema!: Mediaeval Scribes and the History of Book Curses”, una buena recopilación de esas maldiciones. El título del libro de Drogin hace referencia a uno de los castigos más frecuentes, el “anatema”, que involucraba la excomunión.  
En la Edad Media, ya existía la práctica de dividir los libros entre los de préstamo y los de consulta. Los monjes, encargados de su protección y custodia, encadenaban los libros de consulta al estante para evitar los robos de estos.  El encadenamiento de libros a estanterías se convirtió en el sistema de seguridad más extendido y eficaz de las bibliotecas de toda Europa. Existen todavía unas pocas bibliotecas que mantienen sus libros encadenados, tal y como se hiciera hace siglos.
La biblioteca encadenada más grande del mundo se encuentra en la Catedral Hereford en el Reino Unido, donde todos los libros se mantienen bajo llave con sus cadenas originales.
Los libros no solo cuentan historia, sino que tienen historia…
T.A.F.


La “Madre” de Frankenstein.

Acabo de terminar de leer un libro que me envio en PDF, mi “concañera” Saida, de hecho, me ha enviado ya unos cuantos, se trata de La madre de Frankenstein de Almudena Grandes.
El drama se centra en una paciente, Aurora Rodríguez, en el pabellón del Sagrado Corazón, del manicomio de Ciempozuelos, en la España triste y clasista de los años cincuenta… pero no es mi intensión comentarles el libro, sino que este hecho me removió la curiosidad de indagar, más allá de las películas de Boris Karloff y del famoso German Monster, sobre el famoso Frankenstein.
La verdadera “madre” Frankenstein, su creadora, fue Mary Shelley, quien durante años fue lamentablemente ignorada como escritora pero, le debemos a ella la novela que tiene como protagonista  uno de los monstruos más emblemáticos de la literatura. Hija del filósofo radical y creador del anarquismo William Godwin y de Mary Wollstonecraft, defensora de los derechos de la mujer y autora del manifiesto “Vindicación de los derechos de la mujer”, fue también esposa de Percy Shelley, poeta romántico y discípulo de su padre, con el cual se fugó a los 16 años y de donde toma su apellido. Tuvo varios hijos de los cuales sólo le sobrevivió uno, enviudó joven, la pareja se relacionó con lo más granado de la sociedad cultural de su tiempo, hay que recalcar la amistad con Lord Byron.
El bicentenario de la publicación de Frankenstein, trajo como resultado, desde la edición facsímil de su novela más emblemática, hasta la publicación de diferentes antologías, conociendo asi más de las obras de la autora.
Mary escribió su famosa novela en marzo de 1816, en una elegante mansión llamada Villa Diodati, cerca del lago Leman en Suiza, donde se instalaron un grupo de amigos entre ellos se encontraba: el poeta Percy Shelley, su amante, Mary Godwin, su amigo Lord Byron, dueño de la Villa, el médico de éste, John William Polidori, Claire Clairmont y la hermanastra de Mary.
El mal tiempo que hubo ese verano, no permitía que los huéspedes pasearan por el campo o navegaran por el lago, por lo que pasaron gran parte del tiempo, leyendo o charlando dentro de la residencia.
Como intelectuales, se fascinaban en comentar de literatura y de los avance de los experimentos científicos, particularmente los ligados a la electricidad de Luigi Galvani, consistentes en mover las patas de una rana mediante una descarga eléctrica que, para entonces, aún tenía un cierto encanto mágico.
De esta forma, entre historias sobre la magia de la ciencia, de los experimentos, lecturas y el encierro, se produjo el toque que le permitió a Lord Byron proponer, que cada miembro del grupo escribiera una historia de terror. Así se hizo, y el resultado fueron dos obras maestras de la literatura fantástica: El vampiro, de John Polidori y Frankenstein, de Mary Shelley.
Novela donde una criatura, de más de 2 metros de altura, cobra vida y huye del laboratorio donde fue creado. En la fábula, el monstruo no recibe ningún nombre, pero con el paso del tiempo se le ha atribuido el de Frankenstein, que es el apellido de su creador.
T.A.F.