La hallaca. Tradición o pasión familiar.


“Sólo la Hallaca en su cartuje verde, permanece y sobrevive, como un cofre submarino que alojará, a prueba de piratas, la personalidad nacional”.     Aquiles Nazoa

Con la llegada de diciembre, se empiezan a exteriorizar las tradiciones que acompañan sus días y sin la menor duda, por ser la hallaca el plato nacional por excelencia, es la tradición mas remarcada en estas fechas, para los venezolanos y para toda la inmensa población de extranjeros que han adoptado esta práctica, es costumbre abocarse a la difícil tarea de elaborarlas, porque es un proceso que tiene “víspera y día” como se lo oía decir a una amiga de mi mamá, cada diciembre cuando las hacía.
No es el objetivo de esta entrada hablar sobre la elaboración, historia y origen de la hallaca, así que les dejo este enlace que me pareció muy explicativo sobre el tema, además el de otros grandes escritores como Herrera Luque  y Uslar Pietri  que también emitieron sus opiniones al respecto.
Yo he tenido la satisfacción de ver, luego participar en segundo plano durante mucho tiempo y después haciéndolas, eso sí, siempre formando parte de esta “cultura familiar” por varias generaciones: mi abuela Elena, Ia la nana, mi mamá Cora, la generación de mi hermano y mía, la de mi hija y este año, ¿adivinen quien, se incorporó?, mi nieta, quien sentenció “no te preocupes abuela que cuando no estés yo haré las hallacas”.
Les cuento que, solo "heredé" detalles básicos  de ese especie de “ritual” dirigido por  mi mamá, para elaborar las hallacas, esta actividad tenía: lugar, hora, fecha, toda la familia como acompañante, cada quien, con su tarea bien detallada, en "línea de producción”, ropa para la ocasión, todo el instrumental necesario y concreto para el proceso de elaboración y... ella ordenando, creo que lo único que faltaba era la música expresa para hacer hallacas. Y como cada familia tiene una manera casi específica de hacer la hallaca, en mi casa se había decidido hacerlas combinadas, entre la hallaca andina y la caroreña.
Teníamos que empezar a las 4 de la mañana y con todo eso no nos daba tiempo de almorzar con hallacas, pero cuando ya estaban saliendo las primeras de la olla “hallaquera”, como a las tres de la tarde, mi papá, sacaba de su nevera “cervecera” la caja y ahí alrededor de ella, empezaban los comentarios y las anécdotas, hasta que llegaba la nana Ia con las tan esperadas hallacas y mi mamá orgullosa, porque todos unísonamente comentábamos, lo sabrosa que le habían quedado.     
Por eso les comento que solo herede detalles, lo mío es más “ir al grano”, sin tanto pormenor, más acelerada, empezar ya con el sol alto, con la cervecita por delante y con la idea de almorzar con hallacas y carabinas.
Este es el tercer año que las hacemos en casa de mi hija, con el firme propósito de seguir la tradición, porque ahora comprendo, como madre,  la importancia quizás, inconscientemente o secreta que tenía esta actividad para mi abuela y para mi mamá, pues nunca comentaron que les gustaba de hacer las hallacas, o tal vez le daban el mismo valor que yo le otorgo a esta actividad: compartir al  hacer las hallacas, es un acto de amor, de armonía y de unión, permitiendo que las tradiciones familiares prevalezcan, que se vayan incorporando nuevos miembros como son las parejas de los hijos y los nietos.
Hoy día, en el que mi abuela y mi mamá se fueron a otro plano, agradezco y entiendo, por supuesto, sin tanto ritual, la terquedad y la pasión de mi mamá en hacer de la elaboración de las hallacas un acto de unión familiar. Eso sí, nos repetía cada año “no regalo hallacas y no como hallacas que me regalen, pues jamás serán mejores a las que hace la mamá de cada quien” ¿Sera verdad que las mejores hallacas son las que hace tu mama? ¿Qué creen ustedes?
T.A.F