Desde principios de la civilización, siempre la sociedad, por supuesto gobernadas por hombres, se le ha establecido un “papel” determinado al hombre y otro a la mujer, catalogando a uno como sexo fuerte y al otro como sexo débil, al principio estas diferencias se veían como naturales, dándole al sexo “fuerte” el poder, de tomar las decisiones políticas, culturales, sociales y económicas y dejando a las mujeres los oficios de la casa y el cuidado de los hijos.
Inclusive con todos los cambios que surgieron con la Revolución Francesa, se redactó un documento titulado “Los derechos del hombre y del ciudadano”, donde solo se tomaba en cuenta al hombre y no a las mujeres. Pese a que, el “feminismo” no se inició formalmente hasta finales del siglo XVIII. Hubo algunos intentos de algunas mujeres como, Guglielma de Bohemia, que en pleno siglo VIII, propuso crear una iglesia solo para mujeres o Christine de Pizan, quien en 1405 escribió, “La ciudad y las damas”, un libro en contra de los prejuicios hacia las mujeres y un llamado a la educación femenina, sin embargo a estas mujeres, no se les incluye dentro de las luchas feministas pues sus aportes lo hicieron en forma individual, sin tener conciencia que estaban luchando por una causa colectiva.
El término “féminisme”, apareció por primera vez en Francia e irónicamente, se le atribuye a un hombre, Charles Fourier, socialista utópico y filósofo francés y se utilizó este termino, por primera vez en inglés en la década de 1890, en asociación con el movimiento por la igualdad de derechos políticos y legales para la mujer.
Esta semana que pasó, el 19 y 20 de julio, fue el aniversario de la primera Convención Feminista sobre los Derechos de la Mujer, llamada Convención de Seneca Falls, New York, por haberse realizado en esa ciudad. Se exigió en esta convención derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para las mujeres, materializándolo en la “Declaración de Sentimientos y Resoluciones”, donde se defendía que “estas verdades son incuestionables”: todos los hombres y las mujeres son creados iguales”.
Esta Declaración de sentimientos, como se llamaba, también es conocida como declaración de Seneca Falls. Para la elaboración de este documento se tomó como base, la Declaración de la independencia de los Estados Unidos, en este documento se denuncian las restricciones a la que estaban sometidas las mujeres, sobre todo en lo político: las mujeres, no podían votar, ni presentarse como candidatas, ni ocupar cargos públicos, ni asistir a reuniones políticas.
En esta declaración, hubo una serie de resoluciones:
La misma virtud, delicadeza y refinamiento que se le exigía a la mujer en la sociedad, se le exigieran al hombre también.
Que la igualdad es consecuencia del hecho de que toda raza humana es idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad.
Que es deber de las mujeres estadounidenses asegurarse el sagrado derecho del voto.
Esta Declaración de Seneca Falls, fue pionera en el mundo de la lucha de las mujeres por sus derechos. Aquellas que solo luchaban por el sufragio de la mujer, se integraron a este movimiento, para dar una batalla de conjunto de todas las mujeres. Si bien en la mayoría de los países, ya no se discute el derecho a voto, la situación de las mujeres dista todavía de ser equitativa. La agenda para un desarrollo sostenible, aprobado por los dirigentes mundiales en 2015, en la cual, se propone una hoja de ruta, donde no se deje a nadie atrás.
Uno de sus objetivos primordiales es lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
T.A.F.